Latest Entries »

lunes, 1 de marzo de 2010

NOS MUDAMOS

Hola a todas y a todos los que (algunos) fielmente leían este blog, pues les cuento que como bien dice el título del post: nos mudamos. Ahora aquí les dejo la nueva dirección: http://yaez-krivire.blogspot.com/ espero les guste este nueva dirección y la nueva forma de tratar de escribir. Gracias de antemano.

Yáez Kriviré

domingo, 22 de noviembre de 2009

Mis ojos

La verdad, es que, no sé qué salió.

Y también no estar triste,
no crecer con las fuentes, no doblarse en los sauces.
Ancha es la luz para dos ojos, y el dolor danza
en los pechos que aceptan sin flaqueza sus fríos escarpines.
Y no decirte: ni lejana, ni perdida
para no darle razón al mar que te retiene.
Y elogiarte en la más perfecta soledad
a la hora en que tu nombre es la primera lumbre en mi ventana
pues benditos sean mis ojos porque tan alto miraron.

viernes, 20 de noviembre de 2009

Bienvenido

A él recién en su tercer y último viaje le darán la bienvenida.

Y aquí estoy nuevamente: manos al volante por la carretera, sin saber a donde voy, sin saber por qué voy, solo con la clara consigna de llegar a un destino aún incierto.
La noche está demasiado negra para ser enero, y por mis venas lo que menos corre es aliento de verano. Está lloviendo y no veo nada; puedo observar tan solo que voy a más de 120 kilómetros por hora, y así llevo más de treinta minutos, tratando de buscar la respuesta a este, al parecer: mi último viaje.
El viento que ocasiona la velocidad de mi vehiculo me hace lagrimear, y ya no veo claro. Después de estos treinta minutos por la carretera a esta velocidad, he entendido que me quiero matar, que me quiero morir, que me quiero, ir, que me quiero estrellar, que no quiero salir vivo de esta, que ya no quiero seguir alimentando a este mundo con mis penurias.
Aumento la velocidad, estoy a 135 y no tienen idea de lo excitante que esto puede ser. Estoy que aumentando y aumentando, nada me va a parar, apago las luces del carro, quiero estar a oscuras y rezar por última vez.
A lo lejos llego a divisar una curva, pero no, yo iré de frente; ya es hora de cerrar los ojos y decir adiós. Cinco, cuatro, tres, dos, uno.
- Tuvo suerte de solo llegar aquí con uno que otro golpe – me dijo un hombre, que imagino era el doctor, pero...
- Pero…, yo… ¿Cuándo saldré de aquí? – le respondo enseguida.
- Si usted desea, ahora mismo – me dijo sin mostrar compasión alguna.
Cuando llegue a mi casa, todo estaba raro, había algo que estaba distinto, nada se sentía igual, así que decido dejar mi casa e irme a un hotel cercano a pasar la noche al menos, hasta esperar salir de shock en el cual creo aún me encuentro.
Cuando llego al hotel la recepcionista parece que no me quiere atender así que como no tengo ganas de esperar tomo unas llaves que estaban allí, esta daba a una de las habitaciones de los pisos de arriba. Una vez ya acostado y con ganas de cerrar los ojos siento una humareda que se apodera de la habitación, entonces me pongo de pie en un solo golpe, intento abrir la puerta para ver de donde viene tanto humo pero la puerta no se abre, hay algo que le impide a la manija moverse, me pongo a temblar pues no se que es lo que pasa, salgo a observar por la ventana y nada, toda la gente está pasando normal por la calle, empiezo a gritar pero parece que nadie me escucha, las cosas se empiezan a poner mal: por debajo de la puerta empiezo a ver lenguas de fuego, no tardo en deducir que es un incendio, y que por obvias razones no saldré por la puerta, así que decido abandonarme al azar y saltar por la ventana -¿si me he querido matar en la carretera, por qué evitar una muerte ahora?- se me cruzó por la cabeza. Puse una silla al pie de la ventana, saqué las cortinas, pero antes como mi madre me había enseñado y recé y con los ojos cerrados conté para lanzarme. Cinco, cuatro, tres, dos, uno.
- Tuvo suerte de solo llegar aquí con uno que otro golpe – me volvió a decir el mismo doctor de la vez anterior.
- Yo a usted lo conozco – le dije – usted fue quien me atendió la última vez que que estuve aquí.
- Ya puede recoger sus cosas, e ir a casa – me respondió.
Pensé que me estaba volviendo loco así que todo ensimismado decido comprar una cosa en la playa. Un mes ya pasado de la compra, decido meterme al mar a darme un chapuzón, voy como siempre con mi ropa de baño y con la mente recuperada al 100 % de los dos últimos accidentes confusos que he tenido. Una vez en el agua, decido adentrarme un poco más allá, cuando me separé unos cuantos metros de la orilla, ví una moto acuática correr con dos chicos muy jóvenes en ella, no les tomé importancia hasta que se empiezan a acercar a mi, pero no lentamente, sino a gran velocidad, me asusto y les grito que estoy aquí, cuidado conmigo, pero parecen no escucharme, o no darse cuenta, hasta empiezan a dar vueltas alrededor mío, me pongo a rezar porque tengo miedo, pero poco a poco se acercan más, y no ven como agito el agua o muevo las manos para hacerles ver o entender que estoy aquí. Cierro los ojos y empiezo a contar como esperando mi derrota. Cinco, cuatro, tres, dos, uno.
- Tuvo suerte de solo llegar aquí con uno que otro golpe – era el mismo doctor doctor de siempre.
- ¿Usted por qué siempre tiene que estar aquí? – le digo.
- Por qué tú me llamaste, puedes recoger tus cosas y puedes ir a casa – lo dijo sin ningún gesto en el rostro.
- Aquí hay algo muy raro – le recriminé
- Tus ganas de seguir aquí, ya vete – sin mirarme a los ojos – ah,y bienvenbienvenido al infierno.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Primer libro (2da Parte)

Aquí les dejo uno de mis primeros cuentos largos.

En el anterior encontró la biografía de esta chica, hasta hay el libro a Carlos le parecía entretenido pues le daba como que un matiz de misterio a la situación y entró al tercer capítulo:
- Estaba pasando por la calle con mi mamá cuando de pronto pasamos por una librería en Miraflores y veo en la vitrina un libro y una sensación extraña se apodera de mí y le pido a mi mamá que me lo compre y esta acepta encantada, pues le parece asombroso que por primera vez me verá leer un libro. Llegando a casa me encierro en mi habitación para leerlo tranquilo, sin que nadie me interrumpa y en las primeras paginas encuentro la biografía de una chica, al final un texto medio extraño donde decía que se había muerto y que su mamá había tirado este libro por la ventana. – y así lo siguió leyendo.
Todas las historias decían lo mismo, chicos que cuentan como llegaron a esta librería en Miraflores y compraron el libro y todos con algo en común: todos eran hijos únicos igual que él y jamás habían leído nada.
A Carlos esto lo tenía sin cuidado, pero ya lo que sí le pareció demasiado extraño fue leer que todas las veces el libro terminaba siendo botado por la ventana y ya Carlos empezaba a preguntarse si era pura casualidad o ¿Qué? Cuando terminó de leer todo el libro y levantó la cabeza ya no estaba en casa leyendo el libro sino estaba en un mundo extraño, sin paredes, sin nada, sólo un vacío incomprensible que no llenaba nada y al costado suyo estaban todos los personajes pasados, todos de la mano, jugando a la ronda, sin mirarse a los ojos ninguno, como haciendo una serie de ritual, o algo parecido.
Carlos los miró muy extrañado pues creía que era todo un sueño, pero al volver a ver el libro vio a su mamá llorar, gritar maldiciendo todo, pues se estaba muriendo su único hijo y también la pudo ver botar el libro por la ventana.
Juan Martín tiene dieciséis años, y tiene muy claro en la cabeza que el va a ser matemático y por eso acude a una librería en Miraflores a comprarse algo relacionado con los números pero ve un libro medio extraño y decide comprarlo.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Primer libro (1ra Parte)

Aquí les dejo uno de mis primeros cuentos largos.

Carlos David hoy tiene dieciséis años. Hoy es un día raro pues se ha dignado en acercarse a un libro, lo ha leído con creciente fervor, sin titubear en ninguna palabra, pues ha leído un libro anónimo, nadie la firma y la editorial tampoco reconoce autor. A las 9am estaba paseando por las calles miraflorinas en un lunes cualquiera de verano, está de vacaciones y quiere disfrutarlas, gastando como el piensa todo el dinero que tiene sus bolsillos en: chicas, trago, alcohol y uno que otro porro, pero jamás se imaginó que pararse frente a una vitrina para observar una revista de playboy le podría cambiar por completo la vida.
Observó que al costado de esta revista se ubicaba un libro delgado, viejo, amarillento por el pasar frío del tiempo, y en la carátula solo ver la imagen de un lapicero que pinta rojo. Pasó a la librería y preguntó por aquel libro, pues le causó mucha intriga
-¿Cuánto está ese libro de allí? – pregunta Carlos
- Once noventa jovencito – le responde la cajera
- ¿Lo puedo ojear? – dice Carlos
Pero era tal la intriga por aquel libro que no esperó respuesta de la cajera y se digno a cogerlo, lo abrió y no vaciló en sacar de su bolsillo los once noventa que costaba aquel libro. Inmediatamente después de pagar y salir de la librería, se va presuroso a su casa pues ya quiere leerlo.
Mientras corría a su casa con aquel dichoso ejemplar bajo el brazo se cruzó con un amigo que le hizo recordar de la “reu” en la noche a lo que Carlos sólo atinó a decirle:
- Cúbreme por que no llegaré.
- No seas falla pues primo – le responde su amigo
- Disculpa pero estoy apurado, hablamos luego, chau – le dijo Carlos para después irse.
Al llegar a la puerta de su edificio sintió como una especie de alivio pues sabría que ya nada le impedía leer aquel libro tan misterioso. Una vez ya en su cuarto se encierra para que nadie lo interrumpa. Al abrir tan enigmático libro siente que ingresa en él: desde las primeras líneas no pudo dejarlo, se leyó hoja tras hoja sin vaticinar en ninguna.
No fueron más de dos minutos cuando ya había terminado de leerse la presentación, cuando empezó en el primer capítulo, la magia se concretó, pues no recuerda cómo pero todo lo consumió, no dejo de leer, no paro ni para respirar ni parpadear, sus manos estaban temblando, el papel poco a poco se tornaba más y más amarillento, todo era raro: Carlos jamás había leído un libro y menos algo de tal manera.
Nunca se imaginó ver tantos personajes, jamás se le cruzo por la cabeza identificarse con todos. El libro parecía que no tenía sentido, pero Carlos sí lo entendía, era como una especie de diario continuo, pero lo extraño no era la continuación, si no la velocidad con la cuál se movía la historia, pues empieza narrando una chica donde le cuenta:
- Estamos Febrero y afuera está lloviendo y estoy llorando sobre este papel, pues no se que me pasa, no quiero escribir pero hay algo que me condena, y no puedo parar de mover este lápiz y me da miedo, yo no quise hacer nada, solo fui a aquella librería en Miraflores y al costado de una revista había un viejo libro y lo compré. Me pareció raro que al llegar a mi casa y al abrirlo que no halla nada, que todas las hojas estén en blanco, me puse a mirar cada una con detalle, y pude observar que todas al reverso llevan marcado mi nombre, cuando llegué a la última página todo estaba igual, mi nombre estaba ahora en todas las caras, y me puse a llorar sin saber que hacer, sin nada más que decir, después no sé que me pasó, creo que me dormí y pero cuando me levanté, me encontré donde me quedé, pero en mi mano estaba este lápiz y este libro empezaba a ser escrito por mi puño y letra, empecé a contar todo lo que me había pasado en la vida, era como si estuviera escribiendo mi biografía, pero al escribirla me di cuenta de un detalle: que jamás yo he leído ningún libro, que jamás he escrito nada, que jamás me han interesado las letras, que no me llevo con esto de escribir ni leer, pero no se por qué compré este libro, sólo me pareció lindo y nada más. Una vez que terminé de escribir mi vida, mi historia; todo se puso negro, sentí cómo si me desprendiera de mi cuerpo, vi como me alejaba de él poco a poco, no podía defenderme, algo me jalaba, observé a mi mamá llegar y verme agonizar, tiritar por un poco de ayuda, pero ayudó sólo a mi cuerpo, no me vio salir de este, empezó a llorar, a gritar, a maldecir todo, yo era su única hija, ahora ella está sola pues papá murió hace unos meses, si tan sólo pudiera cambiar mi pasado y a este sólo agregarle que me halla leído un libro, quizás las cosas hubieran cambiado, no sé por qué he muerto, no sé por qué sigo escribiendo si ya estoy muerta. He llegado a un mundo extraño, sin paredes, sin nada, sólo un vacío incomprensible que no llena nada. Mi mamá al verme muerta, cogió ese libro que estaba escrito las primeras páginas por mí y lo tiró por la ventana. – Termina el segundo capítulo.

domingo, 15 de noviembre de 2009

Aburrido

Hay cosas como esta que jamás me aburrirán.

Estoy aburrido pues no sé que hacer, miro a todos los lados en busca de algo que me distraiga o con el cuál invertir mi tiempo, pero nada: todo me aburre. Estoy en la necesidad de hacer algo urgente, pues seguir pensando en las cosas que tengo en la cabeza me pondrá mal, me cambiará de humor, y el día sé que no terminará bien.
Si salgo por mi ventana a ver a los transeúntes pasar: me aburro pues de que por aquí no pasa casi nadie. Si prendo la tv está dando tenis, pero la verdad no tengo ganas de verlo pues de que he visto deportes todo el día (sólo los veo). Si me pongo a contemplar a mi conejo: él es el aburrido ahora, pues no pasan más de diez minutos y ya se quiere ir. Si me pongo a pensar en algo para escribir: termino dormido en donde esté. Si prendo la máquina para entrar tal vez al msn, lo hago, pero después de un minuto en el msn me aburro pues no tengo nada que decir ni nada que preguntar ni nada que hacer; es entonces cuando me pongo a leer cosas por la web, buscando algo interesante o simplemente me bajo algún curso para llevar, pero al final me aburro y lo dejo y no me acuerdo en que carpeta lo dejé. Si saco mis antiguos escritos para volverlos a leer: me parecen tan malos que empiezo a corregirlos y recuerdo que ese no fue el propósito de sacarlos y me rindo y me aburro. Si salgo a comprar cualquier cosa para comer o leer o jugar, llegando al sitio de mi compra me olvido que iba a adquirir y me doy media vuelta resignado o si no me acuerdo pero igual quiero comprar algo: lo hago (casi siempre no lo que había pensado) pero después me arrepiento pero ya es tarde. Si subo a la azotea a observar el cielo: sube alguna otra persona más y ya no es lo mismo, así que abandonado a mi suerte me quedo con su compañía hasta que me aburro y bajo. Si empiezo a jugar con mi perro a medio camino cambio de opinión pues lo veo tan aburrido allí tirado que eso ya de por sí me aburre. Si voy al fono a llamar a alguien: siempre antes de terminar de marcar el último número me da flojera darle ejercicio a mis cuerdas vocales y cuelgo. Si saco una hoja y quiero escribir algo: siempre termino dormido sobre esta o si no termino dibujando líneas sin sentido, y esa no era la consigna, así que termino aburrido. Si llego a mandar un mensaje es para que algunos amigos o amigas vengan a mi casa para salir o quedarnos acá, antes que lleguen me aburro y la barajo para quedarnos en casa y hacer que se vayan rápido pues estoy aburrido. Pero siempre hay algo más grave: creer que escribiendo lo que te aburre o cómo te aburres, al terminar ya no lo estarás, pero hoy llego a la firme conclusión que es más jodido y termino más aburrido que nunca.
Pero pobre del que se haya aburrido leyendo esto y si lo está pues venga a mi casa: ya de que estoy aburrido.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Final

Ahora si me siento libre como para poder ir a buscarte y darte así un final más digno.

Me siento dolido de amor y acudo al teatro a ver una obra en especial, una elegida premeditadamente, sólo buscando en nombre de una actriz, la encuentro, pago y me dan el ticket, espero el día de la función, pues me encuentro triste, con sed de venganza, sin nada más que hacer, con un desvelo de amor, con una herida abierta, que solo el arte de actuar, de ser otra persona me podía quitar.
Llego muy temprano a la función y espero en el hall del teatro hasta que sea la hora indicada. Esta llegó y acompañada por el deseo en mí de ver como una historia se puede desarrollar paralela a la mía y en escenarios tan distintos. Antes de llegar veo por Internet la sinopsis de la obra y es muy parecida a lo que me puede suceder y eso me excita, me realza, me llena de júbilo y de placer.
Paso a la sala con los puños cerrados, tratando de encontrar mi asiento lo más rápido posible, sin encontrar a nadie que me conozca y me salude, solo quiero estar yo frente a otra gente que no sepa mi nombre, ni la herida hedionda que guardo en el alma. Escucho la primera llamada por el parlante, y me siento seguro sobre esta butaca, siento que me vuelvo un rehén en ella, siento que me da el síndrome de Estocolmo en ella, y me gusta. Todo está saliendo perfecto para una noche que cambiará el rumbo de propios y ajenos, sin planes extras, solo con mi realidad cuantificada, una realidad abstracta, que sólo me incita a ver una obra tranquilo y después irme a casa para poder meditarla, saber que tan buena es y que final pudo tener, y tal vez regresar la próxima semana y no encontrarla. La segunda llamada se realiza a la hora exacta, los actores ya deben estar listos para salir a escena, y ya estoy listo para recibirlos. La tercera llamada se escucha de pronto, y las luces se apagan y siguiendo el protocolo de siempre se recomienda apagar los celulares, pero yo no lo hago, pues espero un mensaje, espero un mensaje para poder moverme y así quizás ver mejor la obra. La música de fondo empieza a sonar en la sala, y los primeros actores salen, el público aplaude pero yo no, pues no me parece justo que encarnar un personaje sea digno de aplaudir, yo lo hago en la vida diaria y con menos actores, menos presupuesto, y tengo más cambio y mi historia tiene más clímax y nadie me aplaude. La historia cómo de costumbre empieza en comedia y no me río pues no tengo ganas, me vale un bledo hacerlo o no, a los que están en escena tampoco les importa si es que lo hago. Sólo quieren cobrar: ellos sobre escena esperan terminar la obra para pasar por caja y sacar lo que les corresponde, pero yo jamás paso por caja en mi vida, nunca cobro por los personajes que encarno, nunca cobro por hacer reír o llorar a la gente pues es mi trabajo natural. Llega el recess de la función y todos salen por algo de tomar y yo no, me quedo en la sala, esperando así contemplar el escenario que tengo al frente, un escenario lindo, sin ningún error, liso, exacto, sin nada que reprochar, y me pregunto, por qué el escenario de mi vida no es tan perfecto, por qué no hay diseñador de locaciones en mi historia, por qué demonios, por qué. Todos regresan a la sala pues las dos primeras llamadas ya pasaron. Empiezan los cuchicheos de la gente, unos sintiéndose dramaturgos internacionales empiezan a especular sobre el final de la obra, pero no saben que el final será más que sorprendente.
La obra transcurre con normalidad, hace mucho frío en la sala o soy yo pues empiezo a sudar y la gente que esta a mi lado me empieza a mirar mal, pues la mochila que traigo es muy grande y pesada, y porque llego unas gafas negras, y porque no me he levantado en ningún momento de mi butaca, y además porque he sido el primero en legar y nadie me ha visto apagar mi celular, pues lo tengo en la mano.
Llega como en toda obra la parte de interactuar con el público y lo hacen bastante bien, muy pactado todo antes, y eso no me gusta, me causa repudio, me causa pavor tener que pactar la interacción con el publico con el mundo que esta atrás de la cuarta pared; yo en la vida normal no pacto nada con nadie ni hay guión que me diga en que partes debo conversar con el mundo, o en que parte deberé conversar con un juez si es que llego a salir. El momento llegó, las luces del teatro parpadean y esa es la señal, la actriz que no me cae esta en escena y se distrae un poco con la falla de las luces pero como es momentánea no pasa nada, mi celular suena diciéndome que un mensaje acaba de llegar, no lo leo pues se su contenido, siento que una mano me toca el hombro y me susurra al oído que cuando llegue otro mensaje deje todo listo, pues a los pocos segundos, vuelvo a sentir el aviso de otro mensaje, tomo mi mochila y me dirijo al medio de la sala, debajo del escenario y toda la gente me mira extrañada, la actriz que me cae mal también, no tarda mucho en reconocerme y con una mirada me pregunta qué hacia allí parado. No hay tiempo para explicaciones, miro a la cabina de luces y veo que el luminito ya no esta y mi compañero se encuentra parado sobre controles, prende las luces de la cabina para que la actriz la pueda reconocer, prende las luces de la sala para que pueda ver a la persona que me tocó el hombro, nos reconoce a los tres, estamos cubiertos, el público no sabe que hacer, no sabe si es parte de la obra o que, nadie sabe lo que pasa, a ella se le cae una lágrima, y apagón, todas las luces se apagan esporádicamente, la gente grita y hay otros idiotas que creen que es parte de la trama y piden que guarden silencio.
Dejo mi mochila sobre el escenario, y corro a la salida con mis tres compañeros, el hombre de luces retoma el conocimiento después del golpe que recibió y prende las luces de la sala, pero ya es tarde: cinco, cuatro, tres, dos, uno. La Historia se terminó.