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viernes, 13 de noviembre de 2009

Final

Ahora si me siento libre como para poder ir a buscarte y darte así un final más digno.

Me siento dolido de amor y acudo al teatro a ver una obra en especial, una elegida premeditadamente, sólo buscando en nombre de una actriz, la encuentro, pago y me dan el ticket, espero el día de la función, pues me encuentro triste, con sed de venganza, sin nada más que hacer, con un desvelo de amor, con una herida abierta, que solo el arte de actuar, de ser otra persona me podía quitar.
Llego muy temprano a la función y espero en el hall del teatro hasta que sea la hora indicada. Esta llegó y acompañada por el deseo en mí de ver como una historia se puede desarrollar paralela a la mía y en escenarios tan distintos. Antes de llegar veo por Internet la sinopsis de la obra y es muy parecida a lo que me puede suceder y eso me excita, me realza, me llena de júbilo y de placer.
Paso a la sala con los puños cerrados, tratando de encontrar mi asiento lo más rápido posible, sin encontrar a nadie que me conozca y me salude, solo quiero estar yo frente a otra gente que no sepa mi nombre, ni la herida hedionda que guardo en el alma. Escucho la primera llamada por el parlante, y me siento seguro sobre esta butaca, siento que me vuelvo un rehén en ella, siento que me da el síndrome de Estocolmo en ella, y me gusta. Todo está saliendo perfecto para una noche que cambiará el rumbo de propios y ajenos, sin planes extras, solo con mi realidad cuantificada, una realidad abstracta, que sólo me incita a ver una obra tranquilo y después irme a casa para poder meditarla, saber que tan buena es y que final pudo tener, y tal vez regresar la próxima semana y no encontrarla. La segunda llamada se realiza a la hora exacta, los actores ya deben estar listos para salir a escena, y ya estoy listo para recibirlos. La tercera llamada se escucha de pronto, y las luces se apagan y siguiendo el protocolo de siempre se recomienda apagar los celulares, pero yo no lo hago, pues espero un mensaje, espero un mensaje para poder moverme y así quizás ver mejor la obra. La música de fondo empieza a sonar en la sala, y los primeros actores salen, el público aplaude pero yo no, pues no me parece justo que encarnar un personaje sea digno de aplaudir, yo lo hago en la vida diaria y con menos actores, menos presupuesto, y tengo más cambio y mi historia tiene más clímax y nadie me aplaude. La historia cómo de costumbre empieza en comedia y no me río pues no tengo ganas, me vale un bledo hacerlo o no, a los que están en escena tampoco les importa si es que lo hago. Sólo quieren cobrar: ellos sobre escena esperan terminar la obra para pasar por caja y sacar lo que les corresponde, pero yo jamás paso por caja en mi vida, nunca cobro por los personajes que encarno, nunca cobro por hacer reír o llorar a la gente pues es mi trabajo natural. Llega el recess de la función y todos salen por algo de tomar y yo no, me quedo en la sala, esperando así contemplar el escenario que tengo al frente, un escenario lindo, sin ningún error, liso, exacto, sin nada que reprochar, y me pregunto, por qué el escenario de mi vida no es tan perfecto, por qué no hay diseñador de locaciones en mi historia, por qué demonios, por qué. Todos regresan a la sala pues las dos primeras llamadas ya pasaron. Empiezan los cuchicheos de la gente, unos sintiéndose dramaturgos internacionales empiezan a especular sobre el final de la obra, pero no saben que el final será más que sorprendente.
La obra transcurre con normalidad, hace mucho frío en la sala o soy yo pues empiezo a sudar y la gente que esta a mi lado me empieza a mirar mal, pues la mochila que traigo es muy grande y pesada, y porque llego unas gafas negras, y porque no me he levantado en ningún momento de mi butaca, y además porque he sido el primero en legar y nadie me ha visto apagar mi celular, pues lo tengo en la mano.
Llega como en toda obra la parte de interactuar con el público y lo hacen bastante bien, muy pactado todo antes, y eso no me gusta, me causa repudio, me causa pavor tener que pactar la interacción con el publico con el mundo que esta atrás de la cuarta pared; yo en la vida normal no pacto nada con nadie ni hay guión que me diga en que partes debo conversar con el mundo, o en que parte deberé conversar con un juez si es que llego a salir. El momento llegó, las luces del teatro parpadean y esa es la señal, la actriz que no me cae esta en escena y se distrae un poco con la falla de las luces pero como es momentánea no pasa nada, mi celular suena diciéndome que un mensaje acaba de llegar, no lo leo pues se su contenido, siento que una mano me toca el hombro y me susurra al oído que cuando llegue otro mensaje deje todo listo, pues a los pocos segundos, vuelvo a sentir el aviso de otro mensaje, tomo mi mochila y me dirijo al medio de la sala, debajo del escenario y toda la gente me mira extrañada, la actriz que me cae mal también, no tarda mucho en reconocerme y con una mirada me pregunta qué hacia allí parado. No hay tiempo para explicaciones, miro a la cabina de luces y veo que el luminito ya no esta y mi compañero se encuentra parado sobre controles, prende las luces de la cabina para que la actriz la pueda reconocer, prende las luces de la sala para que pueda ver a la persona que me tocó el hombro, nos reconoce a los tres, estamos cubiertos, el público no sabe que hacer, no sabe si es parte de la obra o que, nadie sabe lo que pasa, a ella se le cae una lágrima, y apagón, todas las luces se apagan esporádicamente, la gente grita y hay otros idiotas que creen que es parte de la trama y piden que guarden silencio.
Dejo mi mochila sobre el escenario, y corro a la salida con mis tres compañeros, el hombre de luces retoma el conocimiento después del golpe que recibió y prende las luces de la sala, pero ya es tarde: cinco, cuatro, tres, dos, uno. La Historia se terminó.

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