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domingo, 8 de noviembre de 2009

Cambio personal

Siento que ya es hora de regresar de nuevo, y también con nueva forma de tratar de escribir.

Hoy de casualidad, de la nada se me ocurrió volver a regresar, y no por que quiera, o porque quiera o porque me de la gana, si no por necesidad, pues necesito sentarme a esta fría maquina y presionar un teclado sin cesar, a ver si así alguna extraña fuerza del más allá pueda oírme y quizás por favor escucharme para así poder consolarme: ¿de qué?, no lo sé, no lo sé y eso me preocupa. Basta de escribir en varios papeles todas las noches, y basta de ser tan negativo con lo que me pueda pasar o lo que a los demás les pueda suceder.
Tengo miedo y tiemblo pues no tengo nada más que hacer, eso da pena y lastima. Me doy pena y lástima pues no tengo más nada que decir, no en estas ya locas líneas de las cuales no puedo sacar nada productivo. Hace algunas noches se me ocurrió por escribir pensamientos de un máximo de diez palabras y me sentí bien, pues comprendí muchas cosas, comprendí más sobre el amor, sobre la realidad, puede refutar mis propias ideas. Me he alejado del blog, pues lo necesitaba, necesitaba poder respirar no del http…, si no respirar de mi mismo, y en menos de tres meses de haberlo iniciado ya necesitaba unas vacaciones (obvio las fechas de publicación están modificadas), y fue bueno.
He sufrido de jaquecas simultáneas en mi y mi álter ego, puesto de que no termino de asimilar la idea de tener la necesidad de sentarme a escribir, y empezar a poner cosas de las cuales después me arrepienta, y días después volverlo a leer y saber que nada de esto tiene sentido.
Hoy más que nada me siento a esta maquina, porque un personaje se me ha metido y quiere que hoy hable de él, que no lo olvide, que recuerde las veces que nos sentábamos juntos en la azotea de mi casa, a escribir o gritar o hacer lo que fuere posible. Llamó a la puerta, pasó sin pedir permiso, me levantó de la cama, prendió una laptop, me sentó y buscó en los archivos una carpeta, la abrió y allí encontró un Word con su nombre y me lo hizo leer, me hizo llorar, gritar y sudar, apagar la máquina e irme a la ducha a pararme cerca de cincuenta minutos, dejando caer el agua fría sobre mi cabeza, sólo pensando en él, en su historia, en su ternura, en como mierda le giré la historia, de lo cuán egoísta soy con él.
Él no tiene la culpa de mis altos y bajos cuando escribo, pero me los perdona, pues soy su creador, la persona que le dio vida, que le dio forma, que lo vistió y lo viste, ese sujeto: soy yo, y a mi me debe respeto, por eso no me reniega, por eso no me pega, por eso no me acosa, por eso no me pide nada a cambio, mas solo recuerde de su existencia y de que si fuera tan amable: cambie el rumbo de su historia.
A este personaje lo recuerdo muy bien, como nació, hasta donde lo dejé la última vez y le he agarrado mucho cariño, pues siempre lo he sentido casi como mi hijo.
Cuando empecé en este oficio (el cual aún hago mal), el primer personaje que se me vino a la mente fue él, fue crear un giró en la vida de un niño con problemas normales: que su mamá de divorcia de su papá (o viceversa), que su papá adopta a la hija de su nuevo compromiso, que siente celos por la llegada de un hermano, que ahora no hay nadie que le lea los cuentos, (pues a él le encantaba) y ahora no le queda más remedio que aprender a leer con más fervor para así no necesitar de nadie y terminarse toda una librería de libros infantiles de colección para después decidirse a ser como los que hacen esos papeles y ser escritor, y confundir el camino o querer empezarlo demasiado rápido, escribiendo en las paredes de la casa de mamá, o en el papel higiénico del baño, o en la cama, o en la almohada, o en los cuadernos de números (pues él los detestará hasta que termine la secundaria), y así: en cualquier parte donde pueda dejar marcado o su idea del día o la frase que más le haya gustado que de seguro oyó en otro lado.
Recuerdo que lo vi crecer muy tranquilamente, con sus kilitos de más, sentándose en el escritorio de su papá cuando aún vivían con él (o mejor dicho: dormía en su casa todas las noches), poniendo un papel encima y buscando un lápiz, pues sabía que se equivocaría y no quería malograr la hoja. Empezaba siempre poniendo la fecha pues pensaba algún día escribir enserio, y que la gente lo lea, desde donde sea y como sea, pero quería que eso que escribía sea inmortal, leído en masas de aquí a algún tiempo (el cual sigue esperando). Recuerdo verlo mordiendo el borrador del lápiz, sudando en cantidades industriales, equivocándose en más palabras de las buenas que tenía, moviéndose en su silla, sin nada más que un papel lleno de garabatos, sin sentido, empezando a comprender que hay sueños que jamás por salud de terceros quizás se deban cumplir.
Empezar a crecer, empezar a sufrir, empezar a ser feliz, empezar a comenzar para nunca poder terminar en el comienzo, pues es su meta: empezar cuando no tenga una meta que ya haya comenzado.
Empezó no solo a querer escribir, y proponer nuevas ideas a la sociedad, sino también empezó a querer tener problemas, a querer ser único, a seguir la corriente, a ser normal o al menos en la residencia donde vivía. A los diez años nadie puede ser normal, a los once jamás nadie puede ser común, y él lo pudo saber, pero de la manera equivocada, de una forma mal hecha, (al menos para él) y muy mal hecho todo en su actitud, al acoplarse al grupo, al mundillo que lo arrastró sin piedad, quizás para poner a prueba su resistencia, pero pese a todo jamás pudo alejarse de las líneas erróneas de sus escritos, ni de los lápices mordidos y menos de lo que el futuro adverso le podía jugar.
La moda que él eligió no fue la correcta, pero tampoco hoy se arrepiente, pues le sirvió de mucho: en varias cosas, pudo palpar cosas que jamás las hubiera imaginado sentir antes de los catorce. Pudo ver a grandes amigos en situaciones difíciles, verlos de maneras inimaginables, escuchar traiciones, estar en grescas populares, cruzar kilómetros solo para poder ver más, manipularse de la peor manera posible para jamás arrepentirse para jamás negarlo.
No sé sí la historia lo ameritaba o ya era demasiado sufrimiento para este personaje, o quizás las dos cosas, pero lo saqué de allí, le cambié las cosas, le propuse proyectos nuevos, nuevos personajes en su historia, nuevas situaciones, le puse herramientas para que pudiera salir, felizmente me hizo caso. Más tarde ya empezaría a romperse la cabeza ya por otros lares, aprendería de verdad a intentar amar, sabría lo que es enamorarse; de entre sus líos de terciopelo tuvo errores y horrores.
Hoy me llamó para preguntarme por qué demonios no le cambio de rumbo, que ya se cansó de estar en lo mismo, que le ayude a aprender a escribir, que sabe que lo hace mal, y se quiere aprehender de quien sea posible con tal de sino escribir su propia historia, alguien más le haga ese pequeño favor. Con este personaje he sufrido mucho, he sido muy feliz, y se que lo seguiré siendo.
Hoy arremetió en contra de mis precoces recuerdos, pidiendo le cambie de rumbo y le propongo esto: volverse a enamorar, intentar amar por última vez en este escenario en cual planeo que deje de acá a unos días, pues creo le pude encontrar a la persona que de verdad valga la pena, pero cómo el sabe muy bien, nunca nada esta dicho y ya el tendrá que ayudarme a descubrir este pequeño florecimiento de rosas antes de poder partir rumbo. Le propongo que escriba de nuevo, que no se tome vacaciones inesperadas, que sea más conciso, más exacto, que se empiece a crear un estilo, algo propio, una manera especial para que así cualquier persona que lo lea no se pueda confundir y a diestra y siniestra pueda decir, que fue él.
Mi personaje me sorprende demasiado pues, quiere que le cambie el rumbo de vida, pero me dice que jamás pero jamás le cambie la felicidad y el parecido a mí.

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