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lunes, 19 de octubre de 2009

La apuesta más loable

Creo llegó la hora de contar algo profundo, algo de mi vida secreta, un hecho que cambió radicalmente mi vida y obviamente sé la seguirá cambiando.

Siempre he sido visto como el buen amigo del grupo, como el apostador, el chico que si le pones un reto sea cual sea lo cumple, no importando que demonios tenga que hacer o incluso que le tengan (que me tengan) que hacer, en fin. Asumo hoy las responsabilidades de publicar esto, pues mucha gente que me conoce y lee el blog no sabe esto de mi o si lo saben no con exactitud (también entiendo que me mirarán extraño a partir de mañana)
Si mal no recuero ubiquémonos en el año 2007, más o menos en Abril, parque Kennedy, cuatro chicas, tres chicos y la mamá de uno, 5 PM.
Le pondré iniciales a cada persona para mantener el anonimato: chica uno será “S”, chica dos “P”, chica tres “V”, chica tres “B”, chico uno “D” y chico dos “M”, obvio el chico tres soy yo.
Nuestra muy querida pero de verdad nuestra muy querida amiga “S” se iba de viaje a USA y nos habíamos juntado los siete y también fue la mamá de “D”, caminábamos mientras paseábamos por el parque, incluso un hombre nos leyó las cartas, pero de pronto las chicas se juntan y nos dejan a los tres tirados a un lado, regresan todas muy sonrientes, algo malévolas se podría decir, nos dijeron que si bien es cierto éramos buenos alumnos de teatro debíamos pasar la prueba de fuego; nos hicieron una apuesta que cuando nos dijeron cuanto ganaríamos si la pasábamos nos pareció razonable. La apuesta consistía en entrar a Ripley y vestirnos de mujer, como leen, vestirnos de mujer, con todo y putifaldas, cartera, pero sin maquillaje porque eso sí ya era mucha chamba; dicho y hecho pero antes de llegar nos preguntamos ¿dónde chumas nos cambiaríamos?, “P” nos dice que en segundo nivel en los vestidores no hay casi nadie porque es sección niños, así que a la acción: a cada uno nos iban a dar cincuenta lucas, pero que “S” no iba a pagar pues es la “espectadora”, solo ella era el jurado y vería si estamos cumpliendo; mientras las chicas escogían la ropa, con “D” y “M” nos estábamos muriendo de la curiosidad y de miedo (la mamá de “D” se había quedado en el parque viendo una exposición de fotografías), era sofocante ver la arrechura con la cual decidían nuestro “vestuario”. Los tres seguíamos caminando detrás de ellas hasta que de la nada “M” pregunta que hora era, “D” mete la mano al bolsillo para sacar su celular y ver la hora pero se da cuenta que allí tenía la cámara digital y no la había dejado con su madre como él pensaba. Era obvio que nosotros pretendíamos esconder la cámara pues si ellas se daban cuenta sería malo para nosotros y nuestro hasta hoy nada glorioso futuro. Como “M” era (y es) el más pequeño del grupo a él le estaban escogiendo ropa de bebe, ropa con la que fácilmente podía parecer una niña engreída (perdón digo: una niñita engreída). A “D” y a mí ropa más de chica nocturna. Todo estaba digamos que bien, aunque no nuestro ego, “M” en un descuido y creo por su bien se escapó, nos dejo solos, se fue pero mejor para “D” y para mi, pues seria 75 para cada uno, y mientras más mejor. Se suponía no debía haber nadie en la segunda planta pero no fue así, había gente, y mucha; fuimos a los vestidores de niñas pero el hombre de la puerta nos miró mal así que solo las chicas atinaron a decirle que abajo los probadores estaba muy ocupados y que como es demasiada ropa nosotros íbamos a cargarla y cuidarla mientras ellas se probaban, así que el hombre no puso ninguna objeción y nos dejo pasar pero en su rostro se vio que no creyó nada pero en fin, pasamos, nos entregaron la ropa, nos metimos los dos al mismo cambiador, nos vestimos con todo y carteras pero mientras tanto como estábamos apurados pues queríamos que esto acabe de inmediato dejábamos la ropa que nos quitábamos en el piso y “B” agarra la ropa y entre esta estaba el pantalón de “D”, sacan la cámara pero mientras tanto los dos ni cuenta pues estábamos solo en nuestro roche con la ropa; llego el momento de abrir la puerta, se dió, abrimos despacio pero cuando vimos que la cámara apuntaba a nosotros la cerramos al segundo, dijimos que nada de nada, sin fotos, así no vale, que “S” no lo iba a permitir pero no recordamos que “S” era la más candelera del grupo y dijo que con foto o si no nada; no queríamos salir pues no queríamos tener recuerdos de esa ya abrumadora apuesta; “P” y “V” nos amenazaron diciendo que si no salíamos iban a gritar diciendo que éramos travestis, gays, maricones, bisexuales y que las queríamos violar, así que salíamos o gritaban; como lo que menos queríamos era escándalo decidimos abrir la puerta, “D” vestía falta y blusa con una correa media coqueta, yo recuerdo una putifalda roja, una blusa blanca y una cartera que no recuerdo el color ni el modelo, nos tomaron solo dos fotos o eso nos hicieron creer, fue el momento más inclícito de mi vida y seguro la de “D” también, todo fue demasiado raro, cuando ya vestidos con nuestras prendas “varoniles” nos sentimos como violados, medios raros.
Como era de esperarse “M” se murió de risa, nunca nos pagaron y la verdad ni “M”, ni “D” ni yo sabemos lo que paso con las fotos pues “B” se llevó la cámara y la devolvió días después; cada vez que “S” regresa a Lima nos reunimos solo “D”, ella y yo pues “P” esta en Australia, “M” en España, “B” no se de su vida y la de “V” tampoco. Fue una apuesta de buena causa ya que fue la despedida de “S”. Cada vez que regreso a Ripley de la calle Shell recuerdo lo que pasó; ahora es todo chistoso, siempre digo tranquilamente: me vestí de mujer por 50 lucas pues por eso fue que aceptamos, después por la fuga de “M” subió a 75.
La verdad es que sí lo volvería a hacer tranquilamente, claro siempre y cuando sea parecido a la apuesta más loable.

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